septiembre 17, 2015

ORDENANDO LA CASA


Para aquellas amigas que ya me conocen de mis blogs anteriores, la confesión que voy a hacer no tiene nada de novedosa. Sin embargo, si eres nueva por aquí debo empezar por sincerarme y como en las reuniones de AA, admitir a modo de presentación: "Me llamo Kassandra, y soy una desordenada compulsiva".

Si es que existe un gen del orden, definitivamente mi familia ha sufrido una mutación destructiva durante al menos tres generaciones. Crecí viendo a mi madre pelear estoicamente una batalla perdida contra las montañas de ropa para planchar, y reacomodar una y otra vez los platos y cubiertos en el escurridor después de cada lavado, porque nunca le alcanzaba el tiempo para secar y guardar. Cuando fue mi turno de hacerme cargo de una casa, asumí como lema personal que la mejor forma de encontrar rápidamente cualquier cosa era tenerlo todo a la vista... así que he vivido durante años rodeada de un paisaje misceláneo compuesto por prendas de diferentes categorías (limpia, a medio uso, esperando algún arreglo menor), piezas de bijouterie, libros y papeles de todo tipo, manualidades sin terminar, lápices, pinturas y pinceles, pinzas para el cabello, cargadores de celular, llaves (que no siempre recuerdo a qué cerradura pertenecen) y otra serie de adminículos de dudosa categorización. Mi hijo, para no ser menos, es incapaz de permanecer media hora en su cuarto sin transformarlo en una trinchera donde se amontonan en democrática confusión juguetes desarmados, crayones de colores, libros de cuentos, calcetines sin par -porque adora asaltar el cajón de las medias para jugar a los títeres-, botellas plásticas vacías, tubos de papel higiénico, dvd's viejos y cajas de cartón que almacena para sus proyectos de reciclaje... e invariablemente, tras la obligada sesión semanal de limpieza a fondo, me reprocha con gesto de frustración: "Mamá, ¿para qué ordenaste? ¡Ahora no consigo encontrar nada!"

Para ser franca, el tema nunca me había preocupado demasiado; antes bien, es uno de los aspectos de mi personalidad que más pronto acepté y con el cual me habitué a coexistir pacíficamente durante toda mi vida adulta, llegando incluso a jactarme de ello ("en mi desorden yo dónde está cada cosa"). De hecho, una parte de mí sospechaba que los maniáticos del orden no eran más que seres inseguros y desconfiados del proceso de la Vida, que intentaban desesperadamente mantener la ilusión de CONTROL a través de rituales a menudo rayanos en lo patológico...

El orden como camino a la autenticidad

Sin embargo, hace algunos años me topé con un libro que puso a prueba semejante grado de autoindulgencia: "El encanto de la vida simple", de Sarah Ban Breathnach. Esta obra -una auténtica guía de viaje para abrazar lo sagrado en lo cotidiano, que literalmente ha cambiado millares de vidas alrededor del mundo- postula seis principios prácticos y sencillos para llevar una vida más auténtica, gozosa y significativa; y uno de esos principios es precisamente el orden.

Curiosamente, Sarah se define como una
«chica desordenada», en una descripción que perfectamente podría ser mi autorretrato: "No siempre hago la cama. No siempre cuelgo la ropa después de lavarla o de probármela. En realidad, los días que no sé qué ponerme, mi habitación parece un campo de Agramante. En mi oficina, donde escribo, los libros se amontonan encima de la mesa y en el sillón, emergiendo entre papeles sueltos y sobres abiertos..."

"Ser desordenada puede, no obstante, convertirse en una fuente constante de pequeñas desgracias que, al final, acaban amontonándose, y el desorden no se limita al escritorio, el dormitorio o la casa, sino que invade otras esferas de la vida. [...] En realidad, he descubierto que ordenar mis cosas me ayuda a encontrar el orden en mi interior, porque en medio de los trastos que se amontonan es imposible pensar bien, lo cual nos frustra y dificulta mucho la concentración."

"Poner la casa en orden produce beneficios emocionales y psicológicos inmediatos. Tal vez no seamos capaces de controlar lo que ocurre externamente en nuestra vida, pero podemos aprender a usar nuestros recursos internos para lograr una sensación de bienestar que la alimente y sostenga. [...] Empieza a concebir el orden no como un rígido catálogo de normas (debería hacer la cama, lavar los platos, sacar la basura) sino como un molde -los cimientos- de la nueva vida que estás creando".


Abrir espacio a lo positivo

Pero el asunto llega más lejos aún: un entorno desordenado tiene un efecto energético muy contraproducente sobre las personas que viven en él. Según el Feng Shui (un arte/ciencia milenario de origen chino que trata sobre las energías del espacio donde moramos o trabajamos) para que los ambientes sean "saludables" el chi o energía vital debe ser capaz de fluir por ellos armoniosamente, sin corrientes que lo aceleren ni obstáculos que se interpongan y lo ralenticen; de ahí que el desorden, la confusión y la proliferación de objetos en desuso por los rincones o debajo de los muebles se consideran focos de energía estancada, o "mal chi", pasibles de afectar tanto la economía del hogar como la salud y buen relacionamiento de sus habitantes.

Denise Linn, autora y conferencista sobre temas de superación personal, experta en limpieza energética de ambientes y consultora de Feng Shui, en su programa "21 días para una fabulosa, gloriosa abundancia!" (que puede descargarse gratuitamente en inglés aquí) va incluso un poco más allá: "Despejar el desorden es la alquimia de los tiempos modernos. Para abrir camino a un nuevo flujo de prosperidad en tu vida, es importante deshacerse de lo viejo. Desde demasiados pares de zapatos arrumbados en el fondo de tu armario hasta un calendario de citas atestado o un buzón de entrada con 800 e-mails, todo ello puede bloquear tu habilidad para atraer la abundancia que mereces".

"El desorden a veces está atado a la identidad. Puede significar una declaracion sobre quién eres o representar aspectos de tu vida. De ahí que despejar el desorden puede implicar un profundo proceso espiritual. Tirar cosas puede sentirse como descartar una parte de nosotros mismos; sin embargo, cuando confías en que el Universo te proveerá de lo que haga falta y dejas ir todo aquello que verdaderamente ya no necesitas, abres espacio para los magníficos regalos que están llegando hacia ti."

Según Denise, hay muchas razones por las cuales la gente se apega a los objetos: miedo a la pobreza futura, patrones de conducta heredados, testimonios de pasados logros, sueños nunca alcanzados ("podría haber sido una artista..."), razones sentimentales ("me recuerda a tal persona"), autoestima basada en posesiones materiales, miedo a herir los sentimientos de alguien o la convicción de que aquello nos será útil en el futuro. Probablemente todas hemos usado alguna de estas excusas al menos una vez:
- Es que ha estado en la familia por mucho tiempo.
- Puede que le sirva a alguien algún día.
- Ya no se fabrican de esta calidad.
- Está perfectamente sano.
- Nadie más lo cuidaría.
- Es coleccionable.
- Pagué muchísimo dinero por esto.

Sin embargo, hay una lista de cosas que no deberías dudar en descartar:
  • Proyectos a medio terminar o que nunca comenzaste.
  • Cualquier cosa rota o con partes faltantes.
  • Regalos no deseados.
  • Cosas que podrías usar (pero sabes que nunca lo harás)
  • Cartas personales y viejas tarjetas navideñas.
  • Recetas de comidas que jamás prepararás.
  • Maquillaje viejo (¡sí, se vence! fíjate en las fechas)
  • Revistas y diarios que no leerás.
  • Frascos de medicamentos vencidos.
  • Ropa que no te sirve o no te gusta.
  • Calcetines sin par y zapatos rotos.
La chica desordenada aprende la lección

Como sea, después de recibir sincrónicamente el mismo mensaje proveniente de fuentes muy distintas, finalmente durante estas pasadas semanas decidí darme un baño de humildad y probar la "receta": sumida en hondos cuestionamientos existenciales (referidos a la gestación de sueños y proyectos personales hasta ahora postergados), ataqué con energía cuanto ropero, biblioteca y alacena tenía delante, y pude comprobar que después de cada sesión de limpieza, mi mente se sentía más clara y despejada para organizar los pensamientos y diseñar estrategias de acción. No vayas a creer que de golpe mi casa se parece a las de las revistas de decoración, o a esos inspiradores tableros de imágenes que atesoro en Pinterest; pero al menos logré establecer elementales criterios de restricción al desorden -propio y ajeno- con lo cual el estrés cotidiano disminuyó de forma considerable. Por eso, me pareció acertado compartir contigo algunas ideas y pautas que me resultaron particularmente eficaces...

Según Sarah, el  objetivo es eliminar de nuestro entorno todo aquello que no nos resulte útil, bello o con un auténtico valor sentimentalA tales efectos, elige para empezar un cajón, un armario o una habitación pequeña, y márcate un tiempo determinado para ordenarla (puedes poner un timer o la alarma del celular). Comienza dividiendo los objetos por categorías; consigue tres cajas y etiquétalas:

1. Conservar/reubicar/archivar.
2. Descartar/donar/regalar.
3. No estoy segura.

Ante cada objeto pregúntate a ti misma:
- ¿Este objeto eleva mi energía, la disminuye o la mantiene neutral?
- ¿Por qué motivo lo conservo?
- ¿Realmente lo necesito?
- ¿Encaja esto con quien soy aquí y ahora?

Ubica cada cosa en la caja correspondiente, y tan pronto como la alarma suene, quita todo y limpia el lugar. Luego, arregla con una amiga para que te ayude a decidir qué hacer con los objetos de la tercera caja; pídele que te aliente a permanecer enfocada en la tarea, más que en las historias y sentimientos asociados a cada objeto.

"Para algunas personas, ordenar su entorno puede ser un proyecto en curso a lo largo de toda la vida", dice Denise. "Puede que nunca termine realmente. Y esto no es malo: antes bien, el conocimiento de que forma parte de tu naturaleza y de que probablemente debas pasar ordenando mucho más tiempo que algunas de tus amigas es el primer paso hacia la aceptación. Poco a poco, mirarás a tu alrededor y sabrás que cada uno de los objetos que te rodean hacen que tu corazón cante y tu energía se eleve. Sólo permanece alerta ante la invasión del desorden; entonces perseverarás y conseguirás vivir una vida relativamente ordenada".

Y tú, ¿cómo te llevas con el orden? ¿Eres de las que literalmente no pueden pensar si algo está fuera de su sitio, o más bien, como yo, estás habituada a lidiar cotidianamente con tu porción de caos? Me encantaría que me lo cuentes...



8 comentarios:

  1. ¡Cuánto nos identificamos contigo! Ninguna de las dos somos ordenadas... Aunque hemos aprendido a serlo y nuestras casas están bastante presentables, externamente hablando,claro. Si alguien cotilleara en nuestros armarios y cajones, ¡posiblemente pondría el grito en el cielo, jajajaja! Y es que se nace o no se nace con esa virtud, y nosotras no fuimos bendecidas con ese don. Por lo tanto, para nosotras, mantener las cosas a raya es costosísimo, pues supone un esfuerzo enorme de voluntad, que la persona a quién innatamente le sale no es capaz de comprender. Pero con todo y con eso lo intentamos y conseguimos a veces, pues es cierto que nos reporta tranquilidad de ánimo y de espíritu y la sensación de estar haciéndolo bien.

    Besos mil de las dos

    J&Y

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    1. El famoso síndrome de barrer bajo la alfombra (o echar todo dentro del cajón, mi versión predilecta)... ¡si lo conoceré, amigas! Y también sería muy hipócrita si no confesara que tantos días de esfuerzo y paciencia ordenado los armarios se ha ido un poco al traste tras una semana de niño/madre afectados de gripe... Pero bueno, lo importante es volver a intentarlo una y otra vez, hasta que la cosa se nos vaya "pegando" de a poco -al menos tanto como nuestra rebelde genética lo permita!-
      Besos multiplicados y gracias por estar siempre!
      K.

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  2. Bueno...a esta altura qué sentido tendría negar que tengo una tendencia natural a fortalecer la sensación de control con el orden de los espacios que habito. Ningún sentido. Realmente soy de las que siente una dificultad real para concentrarse cuando mi casa está desordenada. Sin embargo, llevo más de una década de convivencia con un desordenado compulsivo. Un ser absolutamente contradictorio, que puede ser pulcro y cuidado con su persona pero dejar un tendal de caos tras cada uno de sus pasos. Si no me hubiera abierto a la posibilidad del desorden que supone una vida en común...Así que hoy puedo ufanarme de una actitud más zen, menos compulsiva...Ni que hablar que mi hijo se parece a su padre. ¿Cómo podía ser de otra forma? Y la anécdota que contás, la vivo todos los días con el orden de su dormitorio. De todos modos creo fervientemente en que el espacio que habitamos es esencial en nuestro estado de ánimo. Siempre lo supe y ahora la reafirmo. Besos!

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    1. Transar el TOC por amor... eso sí que me ha conmovido, Pau!!! (¿será porque yo nunca encontré una contraparte igual de comprensiva?). En cualquier caso, creo que como en muchas otras cosas, la clave está en encontrar un razonable y equilibrado punto medio... sobre todo cuando perdés 2-1 ;)
      Besos!
      K.

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  3. Gracias por tu post. Muy interesante y sobre todo real. Estoy entre querer ordenar de una buena vez x cosa, y el siempre encontrar una excusa para dejarlo para luego....jijijji definitivamente me vino como anillo al dedo!!!

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    1. Definitivamente, el gen del desorden sumado al de la procrastinación conforman una combinación poderosa y letal... pero vale la pena hacerle frente, aunque sea de vez en cuando!
      Bienvenida a estos encuentros, que tengas un buen fin de semana.
      K:

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  4. Reconozco que no puedo estar tranquilamente sentada leyendo si por el rabillo del ojo observo desorden o sé que no he hecho todo lo que tenía que hacer para evitar mis "neuras"......Porque me pongo de un pesadoooo.....Ufff es algo que me puede!!
    Aunque he de decir que puedo pasar un gran rato ordenando un cajón y luego compruebo que no dura mucho si he tenido que sacar algo a las prisas y casi vuelve a estar como antes, joooo.....Es algo que me saca de quicio!!

    Lo que no sabía es que pudiera significar tanto a nivel emocional, de equilibrio, de atención....Ya sólo faltaba que esto atrajera un problema más a mi cabecita, jaja.....Así que te agradezco Kass por este artículo, las referencias que nos regalas y los consejitos para esos episodios de "desprendernosdetodoloquenovale" , siempre tan generosa, querida!!!
    Un besote grandeee,

    Menchu

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    1. Es una suerte que hayas llegado, Menchu, para hacerle compañía a Pau, que estaba perdiendo por goleada frente al club de las desordenadas compulsivas... A veces me pregunto si estaría dispuesta a "hacer el sacrificio" a cambio de abrir los ojos cada día y verme rodeada de una casa como la tuya (¿pero para qué vamos a mentirnos? árbol que nace torcido... lo más que puede hacer es un esfuerzo para que el desorden no se lo trague vivo!)
      Besos y gracias por estar siempre,
      K.

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